Me dejas la mochila llena,
Del brillo incandescente de tus ojos coralinos. Del calor inabarcable de tus manos de sarmiento. Del refugio, siempre abierto, de tu copa de buen vino. Del abrigo con tus hilos del color puro del viento.
Me dejas la mochila llena,
De la voz del buen consejo que previene zancadillas. De la vela que da lumbre en la sombra del examen. De la manta acunadora en el sigilo de puntillas. Del acento siempre llano cuando toca decir "amen".
Me dejas la mochila llena,
De ternura en el encuentro, de limpieza en la mirada. De susurro en la partida, de verdad en cada beso. De las flores de tu pelo, de las alas de tus hadas. De tus sueños de esperanza, de tus cárceles sin presos.
Me dejas la mochila llena, y sin embargo, siento, sobre mi espalda, un infinito vacío. Sé que al atardecer, en su oscuro letargo, reflejará, la luna, tu recuerdo, cada noche, en cada río.