Ya no duermen los relojes en su arena,
Se enmaraña el frenesí de las bocinas,
Se ha acabado el vino de la última cena,
Ya no encuentran los mariachis sus cantinas.
Ya no dudan los expertos de la nada,
Se acartonan los visillos indiscretos,
Se ha fugado el contador de cuentos de hadas,
Ya no inventan los portales sus secretos.
Se han rehecho las sonrisas,
Se han apagado las prisas,
Ha huido la profecía.
En un mundo de profetas,
Donde sobran los poetas,
Donde falta poesía.
Ya no venden más promesas de espejismo,
Se regalan caracolas de un mar negro,
Se ha colmado el universo de sí mismo,
Ya no quedan islas para otro destierro.
Ya no manan cataratas del subsuelo,
Se dilatan las pupilas del rocío,
Se han ahogado los mercados del deshielo,
Ya no abriga el frío abrigo del vacío.
El precio de lo inmediato,
Los impulsos de arrebato,
Quedan fuera de su encuadre.
Cuando el cielo queda preso,
Solo esperas, de regreso,
El abrazo de una madre.