Es martes y...
Aún recuerdo la primera vez que sentí rebeldía, hasta entonces la rabia viajaba en un barco blindado. No apretaba los dientes, ni mi pecho ardía. Y la guerra acababa cuando uno ya estaba cansado. Los canallas eran solo una banda desafinada, y no llevaban corbata ni una lengua venenosa. Las fronteras llegaban hasta el filo de tu mirada, y la palabra no se disfrazaba de cruel vanidosa.
Aún recuerdo la primera vez que oculte mis pupilas, era el fuego del odio el que las ahogó en una laguna. No sabían de nada que no fuera vivir tranquilas. Y se encontraron con el peso de mil cencerros entre "joaldunak". Todavía pasea el recuerdo de verlas inquietas, sin camisas de fuerza que ataran su brillo inocente. Suspiraron al saber de sobres, cheques y libretas. De caricias compradas, militares y presidentes.
Aún recuerdo la primera vez que advertí la esperanza, fue al comprobar que la voz del pueblo no estaba enterrada. Convencidos de que estarán preparando la mudanza. Esos buitres sin moralidad y de alma gastada. Quiero sentir en mi piel el vértigo de una utopía, caminar a la vera del sueño anudado. Quiero ser el que venda los luceros con miopía, que anublan las agujas que cosen este suelo ajado.
Aún recuerdo la primera vez que sentí rebeldía. Cada momento entre rejas, cada silencio, cada día.