Es martes y...
"Mientras el pueblo parece que sufre amnesia y vuelve a votar a su verdugo. Por ello, hay que quitarle la anestesia, porque solo el pueblo salva al pueblo, os lo aseguro".
Primera cita electoral del año y primer sofoco de perplejidad. Bien es cierto que el terreno no era el más propicio para que la vieja cantinela dejara de sonar. Aun así, la nueva melodía, todavía, no ha tintineado con la suficiente energía. A tiempo estamos de construir un amplificador mayor que, para futuros conciertos, nos despierte de este sesteo inducido.
En una tierra tan bruscamente golpeada por la maléfica gestión gubernamental vuelven a ganar los de siempre. El diagnóstico es evidente y la ecuación se antoja irresoluble. Sumidos en un síndrome de Estocolmo preocupante, el secuestrador ha vuelto a salir a la palestra mostrando el símbolo de la victoria. Por lo visto, paro, desigualdad y corrupción son la mejor arma electoral en un suelo demasiado acostumbrado a sufrir.
Ni son lo que eran, ni volverán a serlo. Rosa con espinas, puño con dinero. Bandidos en tierra fértil, precariedad por encargo. Porque el voto solo es útil cuando sirve para algo.
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