Es martes y...
El rumor de una cabalgata que en el horizonte parece agigantarse está tambaleando los cimientos de esa infantil ilusión que vive en cada uno de nosotros, y yo, entre tanto, quiero ser rey.
Quiero ser rey y lucir capas doradas con bordados de alta esfera. Sonreír al paso de mi trono por calles abarrotadas. Transmitir el privilegio de mi sangre a mi heredera, y calcinar entre mis fieles miles de telas moradas.
Quiero ser rey y repartir por mis fronteras las migajas de mi cena. Colocar mi fina tez por las pinturas de palacio. Relucir en las monedas de un sistema que envenena, y pasear en mi aeronave y ser el amo del espacio.
Quiero ser rey y largar un ruin discurso desde el oro de mi templo. Recitar sobre igualdad, justicia y solidaridad. Mostrar mi gesto más serio como el jefe que da ejemplo, y reírme a carcajadas de tanta barbaridad (ésto, claro está, detrás de las cámaras).
Quiero ser rey y encubrir a algún cuñado con algún leve desliz. Rebosar de cava caro las fiestas de mis vecinos. Retratarme engalanado con trofeos de marfil, y aplacar cualquier revuelta con aroma jacobino.
Por cierto, me siento algo confuso, creo haberme equivocado. ¿Eran magos o majos? Es igual, yo quiero ser campechano.
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