Ha bastado con otro loco matando en nombre de su dios para que la enfangadora reaccionaria se haya vuelto a poner en marcha. La ira no conoce límites ni hace prisioneros, la demagogia tampoco.
El centro de Berlín ha visto como su iluminación navideña se ha quebrado, tornándose en cortocircuito y dolor. Un desalmado cualquiera ha decidido violentar la rutina de la capital alemana a golpe de volantazo inmisericorde, ejecutando sin juicio, asesinando por placer.
Un criminal y varios inocentes. Sin embargo, y antes incluso de detener al culpable, ya se ha puesto la etiqueta que muchos esperan agazapados para vomitar su verborrea xenófoba y su sentencia racial. Andrea Levy, vicesecretaria de estudios y programas del PP, no ha esperado ni un segundo, al ver un micrófono abierto, para hablar de "choque de civilizaciones", de lo buenos que somos aquí y de lo malos que son allá. Quizás sea una manera de autojustificar el papelón del Gobierno español en la acogida de refugiados, o quizás, simplemente, sea racismo puro.
Resulta curioso escuchar a estos mismos lumbreras llamar terroristas en Occidente a quienes llaman rebeldes en Siria. Será cuestión de quién pone los muertos y de quién vende las balas.
Los muertos de Alepo, los muertos de Berlín, los muertos de estraperlo. No los ponen las creencias, ni los ponen los reyes, siempre los ha puesto el pueblo.
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