Es martes y...
Comenzaron el año entre carcajadas, con la mofa asomando por la comisura de sus labios. Resulta que unos tipos extrañamente formados y excesivamente normales saltaban a la palestra política desde un trampolín diminuto y con unas propuestas que, a su juicio, iban a acaparar el voto de una decena de indignados y un par de alumnos de la Complutense.
Según llegaron las elecciones europeas la sorna dio paso a una risa nerviosa que amenazaba con anegar las tertulias televisivas. Aún así, los incorruptibles del régimen daban por supuesto que era un leve toque de atención, esencialmente puntual y puntualmente irrelevante. Además, con esas pintas no se podía llegar a ninguna parte.
Pues bien, ahora la broma ya no les hace tanta gracia y cualquier nubarrón es bueno para hacer granizo. La búsqueda del sello repelente se les antoja indispensable, remueven el hocico por las hemerotecas en busca de carnaza haciendo, si cabe, más entretenida la tensa espera.
Llegan nuevas denominaciones en tarros de esencia perenne. En el baile de disfraces la señora ideología ha acudido con el antifaz de tierna ciudadanía. Todo suma y nada resta, porque somos mayoría.
Se acabó la hora de los desgobiernos, ahora somos la llama pujante. Mientras tanto, soñamos con ser eternos. "Todo está pasando justo en este instante".
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