Es martes y...
Nos ha dejado huérfanos de referentes, "adoloridos del corazón". Nos ha soltado, así, de repente, que despega el trasero del butacón. Abandona la primera línea de fuego, la que edulcoró, siempre, con su sonrisa. Lo hace, después de jugar a un juego, dejando el tablero hecho trizas.
Primero fue el señor y, ahora, es la señora la que deja sus votos sin renovar. Sospecho que la meditada decisión no ha sido un ataque de cordura, ni un guiño a su compañero de fatigas. Más bien, barrunto un desapego de sus costaleros más fieles, inquietos ante el jaleo que recorre las calles. Sea como fuere, ningún adiós es doloroso si desgasta las cadenas.
La pareja que insufló, hace casi cuatro años, la inyección letal a la esperanza, se fuga al idílico escondite del retiro. Tras tantos encuentros y divergencias, acabaron por sangrar nuestros ojos, ciegos por voluntad, hastiados por desconsuelo y cansados de tanto ver. El calamitoso listado de sus condenas ha hecho pie en la ciénaga del disparate, anegada tras muchos años de tormentas sin descanso, tras muchos días sin poder intuir el sol.
Los unos por lo de siempre, y los otros por lo mismo. Su sostén de tiranía ya camina hacia el abismo. La función ya ha terminado, vayan recogiendo sus enseres. Nos aguarda en la sala de espera, cientos de nuevos amaneceres.
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