Es martes y...
Al séptimo día despertó.
Acurrucado y acomplejado entre los matorrales, no encontraba el momento de asomar la cabeza. El lobo acechaba desde el otro lado de la calle y al abrigo de la ceguera tampoco se estaba tan mal. Pero, en un ataque de valor y entusiasmo, emergió como emerge quien se encuentra presto, quien se siente libre, quien se sabe vivo.
El momento era ahora, porque es ahora donde estamos viviendo, porque no podíamos esperar más. Según avanzaba la noche los nervios iban cambiando de bando, encontrándose en su camino, y en dirección opuesta, con la más gigante de las esperanzas. Ahora, nos toca a nosotros, a pesar de tanto costalero del triste calvario. Ahora, que suman los votos, pese a tanto devoto de este régimen cavernario.
Cambiar tiene sentido cuando el sinsentido nos gobierna. Cuando la decencia, presa, se desangra en un rincón. Les cerramos el cortijo por falta de luz y de limpieza, y cambiamos de jefa, que la otra se perdió.
Dicen que el poder desgasta, que los años pesan, que perder apoyos es normal. Dicen, mientras sonreímos los que caminamos juntos, juntos hasta el final.