Es martes y...
Cuando se precisa del dolor y de la humillación ajena para lucir sonrisa y careto ante las cámaras, se está exponiendo todo un mural de déficit emocional, de complejo reprimido y de incapacidad para la felicidad.
Todas esas expresiones de odio se elevan a la expresión más deleznable cuando el ataque va dirigido a los más vulnerables de entre los más débiles. Y eso es, precisamente, lo que han hecho los modositos de Hazte Oír, con su campaña mediática sobre ruedas. No se trata solo de un lema en un autobús horrible, es toda la caravana que va detrás de la organización, de sus amigos y sus palmeros, mandamases incluidos. A día de hoy, siguen siendo considerados por el Gobierno español como una organización de utilidad pública, beneficios fiscales mediante.
Poner en el punto de mira a las niñas y los niños es, de por sí, la más ruin de las maneras de hacerse notar. Pero, además, atacar los sentimientos de aquellos que ya sufren los vaivenes de una sociedad con demasiados ramalazos de intolerancia, sitúa a sus ideólogos y ejecutores en el sótano del estercolero de la indecencia.
La identidad de género, al igual que otras identidades personales, forma parte de la esencia más íntima e intransferible de cada ser humano, de las niñas y de los niños también. Intentar definir, encajonar y discriminar por la forma de sentir, el modo de querer y la manera de amar es el indicativo más evidente de presencia inquisitorial en el ADN de quienes lo permiten, lo realizan o lo aplauden.
Sé tú misma, se tú mismo, empujando los prejuicios al abismo. Sé tú mismo, sé tú misma, con el mismo enfoque, en tu propio prisma.
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