Es martes y...
El viejo barco de la vieja guardia ha tropezado con un iceberg en su camino, oculto a sus ojos y su altura de miras, pero gigante a la vista de los demás.
Parece que el navío ha comenzado a resquebrajarse y alguna rata ha decidido saltar, ya, al vacío. Son las consecuencias de viajar, demasiado tiempo, sin reparar la nave y con un timonel con miopía, astigmatismo y muy poco, de esa extraña virtud, llamada vergüenza. Aun así, el hundimiento se prevé lento y doloroso, pero como en todo hundimiento, la galera, acabará engullida por el mar.
Aunque retumbe en nuestro ánimo, como el crepitar de una cadena de presidiario, todavía existen delfines, en el agua, amenazando con ejecutar la afrenta más mezquina y salvar el pellejo canalla de la tripulación.
Entre el servilismo y la maldad, vamos engendrando su cilicio. Cada voto en colectividad, prende la chispa de su artificio.