Es martes y...
"Piedras, llueven contra Sion, tierras regadas por la insumisión. Noches de miedo y de dolor, sangre, impotencia y frustración".
Los fuegos artificiales vuelven a anegar el cielo de los desheredados. Caen desde aviones judíos cataratas abrasivas sobre cientos de miradas demasiado acostumbradas al dolor. Están jugando a ser verdugos, sin más justicia que la vivida y sin más reproche que la condescendencia.
Los que reparten conciencia por el mundo, han concluido que todo está bien. Que los trapos sucios se lavan en casa, que cuando llegaron ellos, la lavadora ya estaba en marcha, con los buenos fuera y los malos dentro. Esa es la respuesta de quien invade por indicios, de quien bloquea por placer, pero no tocan a sus amigos, que ya sabrán lo que hacer.
Son la sombra de la sombra, un foco desgastado, la mano de un niño alzada entre la multitud. Son los que lanzan piedras, los que viven lejos, los que duermen debajo del ataúd. Son la resistencia herida, el rugido áspero, la camisa ensangrentada. Son la umbría entre dos monstruos, el reflejo diluido, la mitad de casi nada.
Ante el fuego una tirita, ante el llanto desoír. Nadie actúa, nadie grita, porque es nadie quien va a morir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario