Es martes y...
Eran muy pocos los minutos que resistían al estallido, pero, por un momento, todo pareció detenerse. Un silencio envolvente se adueño del escenario, engalanó mi suerte y cubrió de emoción cada milímetro.
Como si Julio hubiera pausado una a una cada imagen grabada. Como si la Comparsa quisiera que ese vals no acabara nunca. Como si la mecha fuera luz entrecortada. Como si surgiera de la nada una pregunta.
La repuesta era el inmenso orgullo de poder encender la fiesta en nombre de todos los amigos que abarrotaban la plaza y de todos aquellos que, por diversos motivos, no podían acompañarnos, pero que sentíamos muy cerca. Tan cerca que su aliento fue la guía que me susurro cada palabra.
Solo nos queda seguir brindando, que el fusil de música dispare. Solo nos queda seguir cantando, y llenando cada hueco en cada calle.
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