Es martes y...
Fueron ellos, desde el ágora ateniense, los que nos ofrecieron las primeras lecciones de convivencia y ciudadanía que rompían con las antiguas formas de organizar una sociedad. Y es ahora, precisamente desde Grecia, desde donde nos llega la última bofetada democrática a los oscuros poderes europeos. Dicen, los que saben, que, el que tuvo, retuvo.
La contundente victoria de Syriza está tan rebosante de contenido que deslumbra a primera vista. El pueblo griego vuelve a reencontrarse, tras un agónico paréntesis, con su vieja aspiración de hacer del mundo un lugar mejor. Han prendido en la hoguera de la dignidad las banderas del miedo que asomaban desde la Europa acartonada, y han colocado en su cumbre la mayor de las sonrisas. Cuando nada queda por perder, queda todo por ganar.
Es el fin de la locura gobernada con monedas. Es el fin de los que parten y reparten el pastel. Es el fin de sus pisadas ciegas por nuestras veredas. El fin de la mano invisible que ha rasgado nuestra piel.
Es el inicio de un sueño que se agolpa en las pestañas. El nacimiento de una nueva corriente contagiosa. Es el aire fresco que ha limpiado las legañas, que afeaban la mirada de una deuda maliciosa.
Cuando las barbas de Samarás veas cortar, ya sabes, Mariano, lo que te va a tocar.