Es martes y...
A alguien se le ocurrió decir, una vez, que era preferible la peor de las democracias a la mejor de las dictaduras. Como principio inspirador de un planeta feliz, lo compro. Ahora, tan solo falta definir definiciones, aclarar aclaraciones y llenar de sentido cada palabra.
Puestos a completar la frase, también prefiero un lugar donde se garantice el derecho a una vivienda, aunque el viento asome por sus paredes, a otro en el que lo garantizado sea el privilegio de deshaucio. Prefiero una educación universal y gratuita hasta el final, a una que apeste a negocio de unos pocos y prebenda de los de siempre. Prefiero diez manos compartiendo una barra de pan que una mendigando entre la usura.
Me gusta más el son en una plaza que el llanto más afinado, mucho más el hermano que abraza que el que mira hacia otro lado. Compro una mirada huérfana de sesgo que camine en colectividad, que huya de cualquier prima de riesgo, en busca de la amiga libertad.
Sigo sin encontrar acomodo a este, asentado, que otros pregonan, estado de tolerancia, sin barnizar y con carcoma.
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