Es martes y...
"Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada, que no son aunque sean, que no hablan idiomas sino dialectos, que no profesan religiones sino supersticiones, que no hacen arte sino artesanía, que no tienen cara sino brazos, que no tienen nombre sino número. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata".
En una época del año de máximo esplendor multicolor, donde los campos parecen arcoíris y el cielo un elegante pavo real, la torpeza sigue infectando cerebros a ritmo de pandemia. Seguimos permitiéndonos el lujo de estimar el valor de una persona por el matiz que adorna su piel, la profundidad que albergan sus bolsillos o el dios al que dedica sus oraciones.
Las armas se han declarado en eterna huelga de hambre. Cada proyectil suplica clemencia por caridad. El insulto en blanco y negro cae al suelo por calambres. Los alambres de vergüenza se han hundido en el mar. Los que cubren tus sueños de pesadillas, los que hacen que repitan la sonata, los que fomentan el golpe y la aguadilla, viven muy lejos de la patera y muy cerca de la corbata.
Mientras, a escasos milímetros de nuestros ojos, en el mismo umbral de nuestro hogar, el respeto duerme entre despojos, cubierto por un racismo irracional.
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