Es martes y...
"Si los españoles fuesen dinosaurios, votarían al meteorito".
Dimito. Sinceramente, no llego a concebir ese síndrome de Estocolmo que maniata nuestra voluntad cada vez que nos toca abarrotar las urnas. Es un ritual maléfico que elegimos sin espadas ni paredes pero con muy poca ventilación en la mirada. Hace mucho tiempo que la sociedad española dejó de ser víctima para convertirse en verdugo. Y eso es lo más grave que puede suceder.
Ni sobres escondidos ni billetes morados, ni EREs pervertidos ni juicio sin juzgados. Ni cuentas sin embargo, ni sedes registradas, ni leyes por encargo ni escuchas endemoniadas. Ni Suiza ni Panamá, solo Irán y Venezuela. Ni lágrimas de mamá, ni agujeros en escuelas. Ni batas hastiadas, ni aeropuertos sin aviones. Ni coronas anticuadas, ni esperanza entre cartones.
Nada importa, pueden seguir deshaciendo a su antojo que en las próximas elecciones les volveremos a votar. Con más ganas, no vaya a ser que quieran acabar con nuestra condición de esclavos, de siervos y de imbéciles. Que estos nuevos quieren acabar con todo.
Nunca tuve nación ni fronteras en mis manos. Ahora, reafirmo la inmensa patria de aquellos que me sienten como hermanos.