Es martes y...
De nuevo, frente a frente ante las urnas. Toca llenarla de sonrisas o cavar nuestra propia tumba.
Cada uno, cada una, tiene en su voto una pequeña porción de la responsabilidad conjunta que, como sociedad, marcará, o al menos rozará, nuestro devenir en los próximos años. Sí, votar es decidir por uno mismo y por el resto de la comunidad, y solo por ello, debería llevar aparejado un proceso de reflexión y de análisis mínimo. El "son todos iguales" sirve para que sigan gobernando quienes quieren que esa afirmación sea tu única crítica política.
Salgamos, un momento, de la sala de máquinas para que el ruido no perturbe nuestro juicio. Rescatemos el silencio del después de las ruinas y de la metralla mediática de su artificio. Pongamos a enfriar el raciocinio y, al calor de la hoguera, la emoción. Sonriamos cuando acabe el escrutinio, al no escuchar la melodía de la misma canción.
Que rujan las papeletas de la rabia, que ruja la ira contra la sinrazón. Votar por el brote de la nueva savia, es votar con la cabeza, es votar por el corazón.
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