Es martes y...
"No me gusta la palabra homofobia. No es una fobia. Usted no tiene miedo. Usted es imbécil".
Y no estoy insultando a nadie, es una simple descripción gráfica de lo que, a diario, pasa por delante de nuestros ojos. Cuando no se tiene ni el valor ni la entereza para buscar la felicidad en el interior de cada uno, se necesita destruir la vida de los demás para ver realizada la propia. Solo así, son capaces de salir a la calle. Lo dicho, imbéciles.
De vez en cuando ocurre un hecho extraordinario que pone de relieve, por unas horas, una problemática que, en porciones más pequeñas pero igual de dolorosas, supura diariamente por cualquier rincón de este degradado mundo. La masacre de Orlando es solo la punta de un iceberg que esconde mucho más de lo que muestra.
Ciertos sectores tienen la curiosa tendencia a dar por sentado que sus opiniones no son tales, sino axiomas fuera de toda discusión, escondiendo tras el negro faldón de su desprecio la mayor de las bajezas morales. Lo grave no es autoconvencerte de cualquier estupidez, sino tratar de imponerlo a los demás bajo el pretexto de una falsa autoridad ética.
Son algunos quienes ejecutan lo que otros muchos van alimentando. Son los tontos útiles que toda tiranía necesita. Son algunos quienes, en campaña, tiñen de duro su pellejo blando, para luego, vilmente, machacar aquello que predican.
Sueña sin testigos, ni disfraces, ni cadenas, ni dueños. Sueña sin impuestos al vuelo despierto de tus sueños.
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