Es martes y...
No sé por qué graniza en los albores del verano más caliente, no sé por qué supuran mares de los ojos a mi alrededor. No sé por qué se encoge el vuelo de estas alas de batida valiente. No sé por qué se me acelera el pulso en este silencio atronador.
No sé por qué ya no corre la tinta como un río desbordante. No sé por qué las rotativas han perdido la letra de tu guión. No sé por qué, la grada, ya no suena con la fuerza rabiosa de antes, con la última parada del ascenso y el gol de la salvación.
Quizá sea porque no encuentran tu brazo solidario cerca, tu desvelo preocupado o tu cuño de justicia social. Quizá sea porque no escuchan el abrir continuo de tu puerta, tu rugido sosegado o tu mano limpia y servicial.
Quizá sea por el recuerdo que duele y a la vez nos hace sonreír. Quizá sea por tu huella que reside en cada piedra de Aibar. Quizá sea por todo, quizá sea por ti. No sé, Pedro, si tú me puedes contestar.