viernes, 3 de enero de 2014

Fin de año

Es martes y…

Se acaba el año y seguimos a las puertas del cielo, esperando a que nos dejen pasar y poder ver la luz. Esa que trepa como una lagartija tras una subasta orquestada, una cortina de humo parida en Moncloa, en el festival del puro encendido con facturas de Iberdrola. Después de fingir un huracán es más fácil regalar una tormenta. Todavía tendremos que daos las gracias.

Se acaba el año y seguimos a las puertas del cielo, esperando a que nos dejen pasar entre la niebla del desaliento. Caben millones de motivos para que la lucha tiña cada cana de traición escupida en cada discurso. Nos dicen, como si de oro, incienso y mirra se tratara, que cada vez se destruye menos empleo. Señor presidente, cuando el pozo se vacía ya no se puede sacar más agua. Ahórrese sus halagüeñas previsiones para los mítines ante los suyos, en este sótano no hay ascensor y los escalones pican demasiado alto. 

Se acaba el año, y mientras tanto, quedan muchas razones para la esperanza, todas y cada una brotando del subsuelo del poder. La defensa inquebrantable de una sanidad pública y solidaria eleva a la categoría de héroe a todos esos anónimos de batas blancas. La defensa inquebrantable de un sistema educativo sostenible y sin el yugo del adoctrinamiento alienta un futuro en color, porque nuestros maestros sí nos han enseñado a coger el cielo con las manos, a reír y a llorar lo que escribimos. Sigo soñando con que los únicos recortes en educación los hagan los niños en cartulinas. 

Que las caricias del tiempo ahoguen cada paso con cadenas, porque no habrá silencio en la voz del pueblo que aniquile su condena.

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