viernes, 3 de enero de 2014

Latidos

Es martes y...

El otoño se ha metido entre las sábanas, hijo adoptivo de este verano, nieto de aquella primavera y padre de un invierno que ya espera.

Llega el otoño, toca reír cuando del cielo nos lluevan sus mares, y toca llorar cuando la radio, en lugar de acariciarnos el tímpano con una poesía rasgada de Extremoduro, nos escupa algún discurso amargo de algún iluminado. Carroñeros que pasean su patetismo por el mundo vendiéndonos sus brotes verdes de vergüenza y sus cafés con leche y sal. Alardean con desaire su sapiencia alborotada, creen saber mucho de muchas cosas cuando, realmente, lo saben todo de nada. Nos hablan como si hubieran creado la palabra. 

No eludamos nuestra responsabilidad poniendo nuestro corazón en sus manos. Se lo comerán a bocados para vomitarlo cada 4 años, jurándonos desde un altar que lo han cuidado como si fuera suyo. Al cabo de unos días te lo encontrarás despedazado en el suelo y allí estarán, con su mejor sonrisa, esperando a que lo reconstruyas para que vuelvas a entregárselo. 

Aunque a veces duela, seamos dueños, al menos, de nuestro corazón. 


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