viernes, 3 de enero de 2014

Viaje de ida y vuelta

Es martes y...

Una procesión de sueños maltratados, un destino perdido a la contra del mar y una voz sin eco porque el desierto no tiene fin. Cuando la única opción es huir o morir, la arena incandescente taladra cada hueso de los pies a cada paso y los segundos se eternizan sumando lágrimas para formar un oasis.

El verdugo se empachó de horizonte ante el abandono más mezquino de ese mundo de primera, permitieron que un loco con corona, que se cree elegido por Mahoma, abrasara la identidad de un pueblo, tan pacífico y auténtico, que camina a la vera de su recuerdo. 

Acamparon a la espera de poder volver a casa, de limpiar sus cristales y regar sus jardines. Pasan los años y las noches se comen los soles, las horas los minutos y el sudor el desaliento. El siroco brama por un genocidio puesto en bandeja, allí no hay intervenciones ni armas nucleares, allí no huele a petróleo ni a diamantes en bruto. Allí se ha levantado un muro mientras el resto se echaba la siesta o compartía mesa en Zarzuela. A pesar de todo y a pesar de todos queda un día menos para regresar. 

Camino quebrado, llanto en sequía, fuego en el alma, estrellas de guía, en cada reflejo de cada pupila, Sahara clama su luna de día.

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