viernes, 3 de enero de 2014

Premio de cartón

Es martes y...

Cuando se desfigura el objetivo original de un proyecto digno por intereses en papel de algodón con sabor a dólar, no sólo se desmoronan los silencios cómplices y las lágrimas de verdad, también se hunden las miradas limpias que volaron sobre la última voluntad del alma de Nobel. Ideó un premio como un reconocimiento a aquellas personas que hicieran algo extraordinario en beneficio de la humanidad sin más altavoz que su garganta.

Se desintegran, uno a uno, todos los valores que dignifican al ser humano cuando la honorabilidad y entereza de hombres como Luther King tienen que compartir madriguera en la lista de premios Nobel de la paz con desalmados de sonrisa maquillada como Obama, trileros del desaliento implacable de miles de inocentes que levantan cubiletes en busca de pan y sólo encuentran la última novedad de la industria armamentística. Han creado refugiados disfrazados de daños colaterales pintados de negro, abrazos inabarcables enterrados para siempre en arena que despeina el viento. 

Algún día el maquillaje se borrará y tu careta caerá al suelo. 

Si Alfred levantara la cabeza...

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